ENCOMIENDA
Por Ernesto
de la Fuente, Elomnisciente
Nunca
olvidaré ese sábado por la mañana. Mis padres habían salido por lo que tenía
toda la casa para mí. No hay mayor dicha que disfrutar de una soledad acompañada
por la enorme biblioteca de mi abuelo. Prometían ser horas de deleitosa lectura,
pero todo cambió cuando alguien golpeó la puerta. No esperaba ninguna visita,
por lo que acudí a verificar quien osaría tocar golpeando con la mano, sin
utilizar el timbre Vernadeano que
permitía desplegar a quien lo pulsaba.
Miré por
el visor de entrada y quedé estupefacto, la persona que estaba parada ahí era
imponente, su estatura, complexión y porte me dejaron sin
aliento. Sin dudarlo pulse el botón y la puerta se abrió. El hombre entró y lo
miré más sorprendido aún. Era como si un personaje de mis más fabulosos sueños
se hubiera materializado delante de mí. Sonrío al verme y dijo con una
seguridad que me heló la sangre:
— Tú
eres Kutzor, el nieto de Marnik.
Caminó hacia la sala y sin esperar mi autorización
se sentó frente a la Imagen que por años había ocupado el sitio de honor
en la casa del abuelo y ahora lo hacía en nuestra casa. Anonadado miré la Imagen,
la misma que todos los días observaba con respeto y enorme admiración. En ella
mi adorado abuelo Marnik lucía su
esplendorosa juventud enfundado en el uniforme blanco de las tropas de la
Confederación Galáctica. A su lado, rodeando sus hombros suavemente, estaba el mítico
guerrero de la Confederación Galáctica, Rom
Hazler, el mejor estratega militar de la historia, reverenciado por todos los
hombres que pelearon bajo su mando y quienes relataban increíbles historias
sobre su desempeño en las guerras. Mi abuelo pasó todos los días de su vida hablando
maravillas de él, narrando lo extraordinario que había sido pelear a su lado en
la batalla del planeta Arkedón,
donde se decidió el destino de todas las galaxias y Hazler salvó a la humanidad de su aniquilación.
Me froté
los ojos, que tenía abiertos como platos, y miré alternadamente al visitante y
a la Imagen. Si, eran la misma persona: Rom Hazler, Río Hazler, Gran líder, Faro Luminoso de la Batalla [cómo le dicen en el Sistema Aerok], Arma justiciera [como lo llaman en el Sistema Otag], el Comandante, General,
Soldado de la Confederación, Caudillo, Guerrero Intergaláctico, estaba sentado en la sala de mi casa. Pero
lo increíble es que se veía exactamente igual, sin ningún cambio, y eso no era
posible porque mi abuelo había muerto muy anciano y el hombre sentado frente a
mí tenía la misma edad que cuando la Imagen fue captada hace más de
setenta años.
— ¿Ya sacaste conclusiones? –dijo sonriente
ante mi cara de angustia incrédula.
No pude
abrir la boca para decir nada. Estaba muy emocionado. ¿No estaría soñando? ¿No
tendría una pesadilla fruto de la cena o de los frutos extraños que trajo mi
madre?
— Vamos Kutzor, no le des vueltas al asunto. Vine a verte
porque mi tiempo de partir ha llegado y es necesario que la historia sea
contada. ¿Y quién mejor que tú para hacerlo?
La ironía
iba más allá de mi sentido de toda realidad. Que una leyenda toque a la puerta
de tu casa es una cosa, pero que además te diga que te ha escogido para narrar
una historia, es algo que te hace caer en lo absurdo, porque en ese entonces
sólo tenía 14 años… era un simple adolescente perdido entre los vericuetos de
la vida.
— Tu abuelo me sirvió con total entrega y sé
que tú también lo harás. Toma –me dijo dándome un brazalete de fino metal— Es Lazú, mi ordenador límbico, es mi segunda
memoria. Está programado para contestar todas tus dudas y recrear esa historia
que tantas veces te habrá contado Marnik.
— ¿La batalla
del planeta Arkedón? ¿La derrota del
Imperio Latniuq?
— Sí, así es… —se quedó pensativo unos
segundos antes de levantarse, mirar su propia imagen, darme una palmadita en el
hombro y alejarse con rapidez ante una puerta que se abrió sin necesidad de
comando alguno.
Y ahí me
quedé, con el brazalete en la mano y la tremenda encomienda de contar la
historia de una victoria que nadie jamás había entendido, porque todos los
pronósticos estaban en contra de los humanos que se enfrentaban a una extraña
civilización que habitaba varias decenas de sistemas planetarios y de la cual
no se poseía mayor información, sólo que eran terriblemente malignos y perversos...