Ojo enamorado

Ojo enamorado
En tu mirada

sábado, 29 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 5

BUSCANDO A SYOD

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente


Hay órdenes que no me gusta obedecer, pero no me puedo negar a hacerlo. Y menos cuando es el mismo Rom Hazler quien me lo ha pedido. Él, tan mudo sobre sí mismo, tan poco dado a hablar de su persona, ha decidido romper su protocolo de silencio y me ha pedido a mí, su amigo más cercano y fiel, el hijo que el destino le quitó, para que relaté estos acontecimientos en un afán de dejar informes a la posteridad. Esto  simplemente me horroriza. Desde que tengo uso de razón lo conozco, lo he acompañado a un sinfín de lugares, hemos compartido oxígeno, agua y alimentos, así como innumerables batallas, guerras y mil y un sufrimientos, pero nunca me había solicitado que escribiera lo que nos acontecía.


Siempre sentí su desagrado en dejar constancia de su vida, por lo que ahora me siento más que confuso al tener que narrar lo que hacemos a unos lectores que no tengo ni la menor idea de quienes serán. Porque esto no es un documento para la Confederación Galáctica, ni para persona alguna en especial, son simplemente unas crónicas de lo que estamos haciendo para poder conseguir la contención y tal vez posterior derrota del enigmático y poderoso Imperio Latniuq.

Tratando de aclarar las ideas, para darle a esta crónica una continuidad en el tiempo, debo explicar que el Presidente del Consejo Supremo de la Confederación Galáctica, el anciano Xile Drago, le dio el mandato a Rom de establecer defensas en los Sistemas Planetarios limítrofes con el Imperio Latniuq, así como  elaborar una estrategia para derrotarlos si esto fuera necesario.

Esto hizo que Rom y yo recorriéramos varios sistemas planetarios en muy pocos días tratando de recabar información. Pero fue inútil. Casi nada se sabe de los Latniuq, a más de que son unos seres crueles y destructivos. No obstante, atraídos por las leyendas, visitamos el planeta Nobedet, donde nos hablaron de extrañas incursiones de seres inmisericordes que secuestraban a las mujeres embazadas de varones. Estos sucesos se han producido por cientos de años y los habitantes viven aterrorizados por sus mujeres, creando una sociedad muy peculiar donde la mujer es lo más preciado y alrededor de la cual gira toda su dinámica social, económica y política.

Visitamos algunos otros lugares pero la premura del cierre de la Base “Explorador Roznev” en el planeta Zur, nos hizo abandonar el recorrido e ir a dicho planeta intentando averiguar algo de los zurheranos, extraños y pacíficos habitantes que fueron quienes nos hicieron saber del movimiento expansionista de los Latniuq

Nunca habíamos visitado ese planeta y la razón es más que amarga: Nunca ha estado en guerra. El embajador de la Confederación Galáctica ante los excepcionales habitantes, quien parecía más un habitante de aquel lugar que un ser como nosotros, se limitó a darle a Rom un consejo algo estúpido, a regalarle una extraordinaria empuñadura de espada y a indicarle un interesante nuevo sendero de búsqueda: el planeta Aaragón.

Nuestra nave, la RM-749, en este momento está recorriendo la distancia que nos separa del sistema Aaragón, donde se encuentra el planeta del mismo nombre. No es un viaje corto, ya que está enclavado en una región alejada de  la Confederación Galáctica, a la cual no pertenece. Posee un gobierno neutral que ha permitido una sociedad desarrollada lejos de guerras y problemas, pacífica, muy amante de la cultura, la agricultura, ganadería y el comercio selectivo. Esto lo ha logrado no sólo gracias a una tecnología muy desarrollada y a un pequeño pero poderoso ejército, sino al hecho que está rodeado de un muro natural de asteroides que hace complicado, para aquellos que no conocen los senderes espaciales, el ingreso al sistema.

El planeta Aaragón, contra lo que pudiera pensarse, no es el principal del sistema, sino que está dedicada exclusivamente a cultivar alimentos para los diferentes mundos y cuenta con una ganadería muy bien desarrollada y controlada. Nuestro destino es el cuadrante sur, el monte Sohta, donde debemos localizar al etrum Syod,

Cuando escuché que los zurheranos le habían dado a Rom esta indicación, me sentí confuso. ¿Quién demonios sería el etrum Syod que le podría dar a Rom la información que necesitaba para derrotar a los Latniuq? ¿Qué tanto podría saber un habitante de un mundo agrícola y ganadero, un campesino o pastor, que pudiera ser de vital importancia? No obstante, Rom no dudó un instante y me ordenó dirigirnos ahí sin mayores demoras.


Rom ha estado muy callado durante el viaje. Bueno, él siempre suele estar callado, pero existe una gran comunicación entre ambos. No requerimos palabras para que nos entendamos. Desde que tengo uso de razón he aprendido a escudriñar sus ojos, sus gestos y sus muy expresivas manos. Pero ahora todo en él ha sido silencio. Cuando pone en blanco sus emociones y pensamientos, es totalmente inescrutable, aún para mí. Y no me preocuparía tanto a no ser por la orden tan sorprendente que me dio de escribir estas crónicas. Es curioso, aunque me repele, esto es algo que siempre quise hacer cuando era un niño. Era mi anhelo más grande cuando recibía las visitas de Rom los fines de curso. Recuerdo que lo abrazaba con todas mis fuerzas y le suplicara me contara sus “últimas aventuras”. Él siempre me sonreía y me decía invariablemente: “La guerra no es una aventura”. Y se dedicaba a interrogarme sobre todas mis actividades y a enseñarme mil y una cosas que había aprendido en sus numerosos viajes por todas las galaxias.


Cuando llegamos al Sistema Aaragón, y contra lo acostumbrado, Rom decidió que solicitáramos instrucciones al Centro de Comando del Gobierno para poder ingresar. Me sentí algo incómodo, ya que la RM-749 puede fácilmente vadear el cinturón de asteroides; pero si no seguíamos el protocolo crearíamos un incidente con un sistema no perteneciente a la Confederación. Y bueno, siendo Rom Hazler sinónimo de guerras, no creo que le cayera muy en gracia al gobierno Aaragón.

Nos concedieron la autorización con cierta desconfianza, en especial porque el modelo de nuestra nave no estaba catalogado en sus registros y porque sospecharon, con justa razón, que la RM-749 es una muy peligrosa nave de guerra. Acertaron en sus sospechas, pero nos franquearon el paso tal vez interesados en saber el por qué de nuestro interés en visitar el planeta Aaragón. La declaración de “simple viaje de descanso”, sonó demasiado falso, tanto para ellos como para nosotros mismos, pero las credenciales que el Consejo Supremo nos dio terminaron de borrar cualquier negativa. Así que estrechamente vigilados, ingresamos al planeta Aaragón cuando la noche caía sobre él.

Cuando los sistemas de vigilancia detectaron que se posaron mil cuatrocientos cincuenta y tres naves en el planeta, habrán enloquecido, pero no me pareció correcto revelar nuestro destino final. En el cuadrante sur detectamos inmediatamente el monte Sohta, y sobrevolamos los alrededores para tratar de ubicar a nuestro informante. No fue difícil, sólo había una granja cerca del monte, por lo que descendimos cerca de ella sin hacer el menor ruido. Lo último que queríamos era asustar a sus cientos de varaquiats, que dormían plácidamente dentro de sus muy bien cuidados corrales.

La noche acababa de caer y un ambiente muy grato nos recibió al bajar de la nave. Un aroma delicioso flotaba en el ambiente. Nos encaminamos lentamente hacia la puerta de la casa principal. Un bravo wakachi dormía junto a ella. Rom lo despertó con dulzura y lo acarició suavemente. El fiero animal le movió la cola. Nunca ha dejado de asombrarme esa habilidad que tiene Rom para con los animales. Vencido el obstáculo tocamos la puerta.

Una asombrada señora nos abrió. Sus ojos se abrieron como platos cuando nos vislumbró en el portal con el wakachi moviendo la cola como si fuéramos sus más grandes amigos. Rom la saludó con esa sonrisa encantadora que arrebata suspiros en las mujeres y le preguntó por Syod. El ceño de la mujer se frunció y llamó a gritos a su esposo, el cual descansaba plácidamente sentado en una rústica mecedora. Fue cómico escuchar cómo le reclamaba en su idioma la gentileza que había tenido para con ese extraño. Lazú, el ordenador límbico que comparto con Rom, nos tradujo hasta los insultos que le prodigó a su marido por haber contratado a esa “bestia que siempre supe que nos traería problemas”. Rom no permitió que las cosas llegaran a más y desplegó toda su diplomacia para con el hombre, quien no pudo evitar mirarlo con cierto temor. Y es que su estatura, su complexión y su porte, dejaban sin aliento a cualquiera.

Les explicó que no existía ningún problema y sacó la pequeña bolsa que le preparé con el preciado instrumento de cambio que se utiliza en ese sistema para las transacciones comerciales. Los ojos de la mujer brillaron de gusto y el hombre nos invitó a sentarnos junto con él sin mayores ceremonias. Parecía más acostumbrado que la mujer a vivir situaciones fuera de lo común. Ante de poder presentarnos, aquel hombre nos preguntó con una sonrisa si éramos amigos de Roznev Al Pastrany. Con naturalidad le dije que sí, ya que me era conocida la amistad que había unido a Rom con Roznev de mucho tiempo atrás.

El hombre se sintió más que satisfecho y ordenó a su esposa que nos sirviera algo de comer y beber. La mujer obedeció sin chistar al constatar que la bolsa había sido asentada sobre la mesa. Disfrutamos un rato de la conversación del simpático hombre en tanto probábamos la deliciosa comida. El ambiente se había puesto muy cordial, pero el tiempo se nos venía encima y Rom tuvo que volver a preguntar por Syod, el verdadero motivo de nuestro viaje. El hombre sonrío y nos guió a una pequeña cabaña algo alejada de la casa principal y muy cerca de los corrales de las varaquiats.

El lugar se veía limpio pero muy rústico. Había un olor muy fuerte en el ambiente, mezcla del excremento de las varaquiats y de algo más. El hombre golpeó la endeble puerta y gritó: “Syod te busca un amigo de Roznev”. La puerta se entreabrió con lentitud y una repulsiva creatura nos miró desde el fondo de su más profunda desconfianza.

sábado, 15 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 4

RETIRADA

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

Un leve sonido le indicó que ya habían llegado. Había pasado tanto tiempo de su vida viajando, que su organismo se había acostumbrado a escuchar los imperceptibles sonidos de las diferentes funciones. Y ese, en especial, se escuchaba cuando Milek ponía la nave en posición de aproximación. Miró los instrumentos, el visor espacial, y pudo ver la hermosa inmensidad del planeta Zur. Milek, que lo conocía tan bien como él a la nave, murmuró que en unos instantes se estarían posando en la base “Explorador Roznev”.

Habían sido días de intensa actividad, yendo de un lugar a otro, utilizando los Centros Espaciales del camino para repostar e ir comunicándose, a través del Zednem, con los diferentes encargados de los Sistemas Planetarios limítrofes al Imperio Latniuq, intentando  recopilar información acerca de aquel enigmático imperio… Y todo para darse cuenta de que mientras más investigaban menos sabían. Era en verdad absurdo preparar las defensas y una posible estrategia de ataque cuando el conocimiento sobre el enemigo era casi nulo.

En tanto daba las instrucciones a la nave para realizar el descenso, Milek meneaba la cabeza dándose cuenta de la frustración de su amigo. Algo que debió ser muy sencillo, se había complicado al punto de que habían tenido que visitar varios planetas para hablar directamente con los comerciantes y la gente del lugar, y con base a sus experiencias, anécdotas, leyendas y hasta cuentos, ir armando el rompecabezas de la información que tanto necesitaban.

Se produjo un ligero choque y la nave se bamboleó como si estuviera en medio de una tormenta en los mares de Nebur. Rom examinó sus instrumentos para ver contra que estaban chocando. No había nada, ni los instrumentos registraban obstáculo alguno. Milek le dijo contrariado:

-Es como si la atmósfera del planeta fuera impenetrable. No puedo ingresar como me pediste.

Rom movió la cabeza y rectificó sus instrucciones:

-Sigue la ruta aprobada a la Base. Los zurhereanos están cerrando sus defensas al máximo.

Milek sonrío.

-Bueno, era de esperarse. Hoy es el último día de funcionamiento de la base.


La base se encontraba en estado caótico, como si se evacuara por el próximo ataque de una fuerza enemiga. Cientos de naves repostaban y se marchaban con extrema rapidez. Milek maniobró y estacionó la nave lo más alejado de aquel alboroto. La cerca que delimitaba la base lucía extraña, amenazadora. La única puerta que permitía el paso entre Zur y la Base, estaba resguardada por cientos de extraños robots. Rom descendió de la nave y se dirigió hacia el Centro de Comando, donde encontró un caos peor que el que visualizaba entre las naves. Los operadores empacaban a toda prisa e iban desconectando la sofisticada maquinaria de coordinación de la navegación espacial. Habían dado la orden de que todos se marcharan, pero por un  motivo u otro se había desatado una psicosis de pánico. Tal parecía que los Latniuq estuvieran a punto de aterrizar y tomar la base.

El vozarrón de Hazler se escuchó y todo el mundo quedó petrificado. Rápidamente identificó las cadenas de mando y dio instrucciones precisas para proceder. Los operadores, ante las órdenes claras y precisas, actuaron en consecuencia. En menos de diez minutos reinó nuevamente el orden en la base. Contra lo que podría pensarse, el proceso de desalojo se hizo más rápido, pero en completo orden y sin mediar pánico alguno. Les quedaban 77 minutos para desalojar la base y Hazler no estaba dispuesto a perder ninguno de esos minutos en controlar acciones de pánico. Dejó a Milek a cargo y salió para encaminarse a la puerta.

Los robots zurhereanos cerraron filas al verlo llegar. Rom les ordenó que se hicieran a un lado pero ellos no obedecieron. Fue entonces que sacó su pistola desintegradora y la accionó. No sucedió absolutamente nada. Tal parecía que era un arma de juguete. Hazler sonrío. Era la primera vez que estaba en el planeta Zur, por increíble que pudiese parecer la idea, y conocía perfectamente lo que se decía de él. Ningún arma funcionaba al entrar en el Sistema Zurhereano. No se inmutó sino que avanzó hacia la puerta. Los robots se hicieron para atrás. Era obvio que no deseaban ninguna confrontación.

Rom se detuvo y miró hacia la puerta. Necesitaba estar al tanto de lo que los wotoches sabían de los Latniuq. No podría defender la Confederación Galáctica, ni muchos menos derrotarlos, sino lo ayudaban. Como si alguien lo hubiera escuchado, se abrió la puerta y entró a la base un joven resplandeciente. No había duda de su identidad, eran el segundo embajador de la Confederación Galáctica ante los wotoxes, Odraude Von Anokna.

Los robots le abrieron paso y se retiraron detrás de la puerta, custodiándola. Rom se acercó al embajador con una mueca de amargura. No acababa de comprender que papel desempeñaba, si eran en verdad un representante de la Confederación o un simple sirviente de los wotoxes.

-El Consejo de los Wotoches te mando un muy cordial saludo Kel Hazler.

La amarga incertidumbre dio paso a un legítimo asombro ¿cómo era posible que de todos los sobrenombres que poseía por el vasto universo, los wotoches conocieran el de Kel, el reservado exclusivamente a sus más íntimos amigos y allegados?

-El Consejo me ha pedido que me entreviste contigo antes de cerrar la Base para darte tres indicaciones –Odraude hizo una breve pausa y continuó como si alguien le estuviera diciendo algo al oído y él sólo lo estuviera repitiendo.

-Comprendemos perfectamente el motivo que te trajo al planeta Zur, pero debes entender que somos amantes de la paz y la armonía entre todo lo viviente. Es por eso que no podemos explayarnos en darte la información que necesitas.

Amargura, asombro y perplejidad, eran demasiados sentimientos experimentados en tan poco tiempo. Rom dejó su mente en blanco para no traslucir nada.

-No obstante, tampoco estamos a favor de la muerte ni de la destrucción de millones de seres. Es por eso que el Consejo Wotox ha decidido dirigir tus pasos al lugar donde puedas encontrar lo que estás buscando.

-¿Y qué lugar es?- Preguntó Rom viendo que los minutos del plazo iban despareciendo, en tanto las naves despegaban.

-Debes ir al Sistema Aaragón, al planeta del mismo nombre. Busca en el cuadrante sur el monte Sohta  y ahí encontrarás al etrum Syod. Él te dará la información que necesitas para llevar a cabo tu cometido.

Rom tomó nota de las implicaciones de esta nueva búsqueda.

-La segunda indicación es un consejo: apóyate en la fuerza de los más débiles.

-¿Es todo? –inquirió Rom algo decepcionado.

Odraude se quedó quieto como esperando algo. La alarma de evacuación comenzó a sonar y una dulce voz arengó al personal a subir al último navío espacial para partir. Milek encendió los motores de la nave preparándose para alzar el vuelo.

Un robot se abrió paso entre los demás y le trajo una caja al embajador. Él la tomó suavemente entre sus manos y se la ofreció a Rom, quien la sujetó con igual delicadeza.

-Esta es la tercera indicación del Consejo Wotox, para que uses cuando así lo requieras.

Rom abrió la caja y encontró una bellísima empuñadura de espada. Nunca había visto nada igual. La sujetó dándose cuenta que se amoldaba perfectamente a su mano y la blandió sin demostrar sentimiento alguno. No contenía hoja de espada alguna.

-Gracias –dijo con fuerte voz. La sujetó junto a su pistola y devolvió gentilmente la caja. Inclinó la cabeza y corrió a su nave en tanto la suave voz mascullaba los últimos minutos de la evacuación. Milek cerró la compuerta y la nave se alejó como un suspiro hasta perderse en las alturas.

Los robots limpiaron perfectamente todo vestigio de la presencia humana y Odraude clausuró la base en tanto el Sistema Zurhereano quedaba vetado a cualquier nave intergaláctica.




sábado, 8 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 3

EL MANDATO

Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

La llegada al Centro Espacial fue inusual. Varias naves de guerra de la Confederación lo esperaban. Nada más fuera de lo común en ese lejano rincón del espacio. Contó hasta siete y luego dejó que Lazú, su ordenador límbico, terminara la tarea. Había exactamente 23 vehículos espaciales, siete naves de guerra de primer nivel, doce de nivel intermedio, las tres que de cajón siempre estaban en los Centros Espaciales para cuestiones de vigilancia y aprovisionamiento, y una indeterminada que era de las utilizadas por los Centro Diplomáticos y Conciliadores con que contaba la Confederación.

El fiel Milek confirmó el acoplamiento y Rom salió de la nave desplazando su imponente corporeidad por el pasillo conectivo. Un selecto grupo de oficiales, diplomáticos y estadistas, le brindaron una respetuosa recepción. Hazler detestaba la parafernalia del protocolo así que no se detuvo más que unos segundos para saludar levemente con la cabeza, prosiguiendo su camino hacia el Zednem, el centro de reuniones y juntas intergalácticas donde se podían reunir más de 300 seres ubicados a enormes distancias unos de otros, en Hologramas Vernadeanos, que les permitía una comunicación tan real como si estuvieran presentes en el lugar.

Lazú le informó que solamente en el lugar había 143 personalidades importantes, la crema y nata de los representantes de ese sector de las Galaxias. Esto significaba que el asunto a tratar comprometía a cientos de Nebulosas. Con suma rapidez, cada quien fue ocupando una posición alrededor del Zednem, que podría tomarse como una lugar de reunión común y corriente a no ser por la esfera helicoidal que presidía el lugar. Rom se adhirió el círculo comunicador en el pecho y permitió que el operador del Zednem subiera sus datos al sistema. Era cosa de unos microsegundos pero en su caso el sistema tardaba un poco más, lo cual creaba confusión entre los operadores. Milek se encargó rápidamente de dar las instrucciones para que su presencia pudiera ser detectada por el  Zednem.

La luz subió de intensidad y de pronto la sala se vio repleta de “ausencias presenciales”, como se llamaba simpáticamente en el lenguaje técnico la visualización de los Hologramas Vernadeanos. Lazú no tuvo que decirle nada, ya que Rom sabía perfectamente quienes estaban presentes: El Consejo Supremo de la Confederación Galáctica. Una alarma silenciosa se encendió en el cerebro del guerrero galáctico. La situación era más seria de lo que había supuesto. La duda invadió su mente tratando de anticiparse a lo que se diría en la reunión: ¿qué podría ser tan grave para que el Consejo Supremo lo llamara? Porque era más que obvio que él era el centro de la reunión, algo que lo incomodaba tremendamente. Bien sabía que cuando se llama a un guerrero es porque existía una guerra en ciernes.

Se hizo un embarazoso silencio en tanto el Secretario del Consejo, Urly Verlok, hacía las presentaciones de rigor. Otra vez el engorroso ceremonial que tanto detestaba, en especial cuando lo presentaban a él y no sabían cómo llamarlo: ¿Comandante? ¿General? ¿Soldado de la Confederación? ¿Caudillo? ¿Guerrero Intergaláctico? ¿Utilizar alguno de sus sobrenombres como Río Hazler? ¿Gran líder? ¿Faro Luminoso de la Batalla [cómo le decían en el Sistema Aerok]? ¿Arma justiciera [como le decían en el Sistema Otag]?... Eran tantos sus apodos, y tan diseminados por el universo conocido, que era todo un dilema para el protocolo nombrarlo. Al fin, el Secretario Verlok llegó a él y optó por presentarlo con el simple “Rom Hazler”, sin entrar en mayores detalles.

El mapa del Sistema Zurher se desplegó en el cielo del salón y el Presidente del Consejo Supremo, Xile Drago, habló. Era bastante mayor, pero de voz firme, ideas claras y directo al hablar. Sin mayores preámbulos señaló el planeta Zur e informó a todos los presentes:

- Odraude Von Anokna, embajador del Consejo Galáctico ante los Zurheanos, nos ha comunicado que el Consejo Wotox cerrará la Base “Explorador Roznev”, en el planeta Zur, dentro de 13 días.

La noticia cayó como bomba entre los presentes. Los murmullos se desataron. Se escucharon airadas recriminaciones, algunas por la supuesta ineptitud de Von Anokna, a quien se le achacaba la nefasta resolución, otras pidiendo a gritos que se convocara nuevamente como Embajador a Roznev Al Pastrany, “a quien nunca se le debió dejar ir”,  y no faltó quienes exigieron el envío de una fuerza diplomática y militar para disuadir a los Wotoxes de no llevar a cabo su temible “amenaza”.

El Presidente Drago los dejó murmurar por unos minutos. Era un hombre paciente y de enorme prudencia. Luego levantó el báculo de mando, símbolo de los poderes unidos de la Confederación, y el silencio reinó en el Zednen.

- No se trata de una cuestión de embajadores. Esto tiene un trasfondo más profundo.

El mapa en el cielo del salón se desplazó del Sistema Zurher al occidente. Los contornos del imperio Latniuq se vislumbraron.

- La razón  por la cual el Consejo Wotox ha decidido cerrar la Base es porque el Imperio Latniuq, al estar abierto el espacio que la rodea, puede utilizarla para sus propios fines.

La incredulidad se apoderó del rostro de los presentes. Nadie quería abrir la boca, el temor los envolvió en tanto Rom echó la cabeza hacia atrás y suspiró profundamente. Antes que el Presidente Drago continuara, él comprendió la envergadura de la confrontación que se avecinaba. Después de muchos años, el Imperio Latniuq se movía… y en dirección hacia los Sistemas de la Confederación.

La mente de Hazler trabajaba con suma rapidez dilucidando la tremenda movilización que todo eso implicaba y sus nefastas consecuencias para la población de cientos de mundos habitados. Drago  explicaba lo poco que se sabía de esa extraña civilización que habitaba varias decenas de sistemas planetarios. La Confederación Galáctica no había podido establecer ningún vínculo con ellos y la única vez que solicitaron un embajador, al serles enviado en una nave diplomática con 49 tripulantes, los Latniuq informaron que habían sufrido un accidente al aterrizar, por no hacer caso de sus indicaciones. Aunque reportaron  no haber encontrado sobrevivientes, no devolvieron ningún cuerpo. Se negaron a dar mayores explicaciones y no permitieron que ninguna otra nave se acercara a sus dominios.

- Rom Hazler –escuchó pronunciar su nombre con cautelosa determinación- La Confederación le asigna el mandato para establecer la defensa de los Sistemas Planetarios limítrofes con el Imperio Latniuq, así como para elaborar un plan estratégico para derrotarlos si sus fuerzas atacan a cualquier miembro de la Confederación Galáctica.

El guerrero asintió en tanto contemplaba el mapa que mostraba que entre el Imperio Latniuq y la Confederación, sólo mediaba el Sistema Zurher, el mismo que les acababa de informar que se haría a un lado y se encerraría en sí mismo, para no verse involucrado en las aspiraciones expansionistas de un imperio funesto.




sábado, 1 de octubre de 2011

CRÓNICAS DE ZURHER 2

LA LLAMADA
Por Ernesto de la Fuente, Elomnisciente

Miró las estrellas. Nada le gustaba más que hacerlo. La noche era obscura y el cielo está pletórico de millones de luces que parpadeaban desde el fondo de la bóveda celeste. Eran en verdad tantas que no había ser vivo que las pudiera contar. Habían tenido que recurrir a las máquinas para saber cuántas eran, dónde estaban, cómo se llamaban y la mejor forma de llegar a ellas.

No dejaba de maravillarse. Ahí, entre esas millones de luces, vivían y morían cientos de miles de millones de seres. Y es que, pese a ser quien más había viajado por todo el Universo conocido y desconocido, nunca dejaba de asombrarse de la inmensidad de todo lo existente.

Era raro para él estar sólo, pero el hecho de estar en tantos lugares le daba también el derecho a cierta invisibilidad social. Su forma de vida, en constante movimiento, yendo de un lugar a otro sin pasar más de dos días en parte alguna, hacía de su vida un eterno fluir, como el agua de un rio que cae hacia el mar. De hecho, ese era uno de sus múltiples sobrenombres: Río Hazler. La risa lo invadió al recordar los muchos nombres por los cuales era conocido. Cada Sistema Planetario le daba un nuevo nombre, como si se tratara de un concurso para ver quién era capaz de describirlo mejor.

Un suave zumbido lo sacó de su contemplación divagada. Su comunicador sonaba y le volvía a la realidad. Lo activó y la suave voz de su ordenador límbico le informó que la Confederación Galáctica requería establecer contacto con él. Frunciendo el seño se comunicó con Milek y le indicó que hiciera los preparativos para salir en cinco horas rumbo al centro espacial más cercano de la Federación.

-Sólo me llaman cuando tienen problemas –masculló para sí mismo en tanto entraba en su minúscula habitación con un profundo dejo de amarga tristeza. Bien sabía que los “problemas” siempre representaban caos, destrucción, sufrimiento, muerte, y dolor.

Cerró los ojos en tanto controlaba su respiración y ponía su mente en paz. Una lágrima se le escurrió del ojo izquierdo en tanto liberaba a su mente de la realidad y una áspera voz, que provenía de su inconsciente, le decía en agria recriminación: “Nadie llama a Rom Hazler sino hay guerra”. Su mente hizo la nada y el sueño le cayó encima como una pesada losa.

EN LA ANGUSTIA DE LA INDECISIÓN

A todos aquellos que me leen.

    Estoy atrapado dentro de mi mismo. Después de escribir el cuento "Contacto Profundo", como la primera piedra de las Crónicas de Zurher, me he encontrado con la ausencia de nuevos cuentos. Bueno, al menos en el papel, porque en mi cabeza no pasa semana en que no le de vueltas y más vueltas a las ideas para continuar dichas crónicas, ya que deseo hacer una cadena de cuentos cortos que concatenen una novela de ciencia ficción.

  Pero, de las ideas de mi cabeza no pasan. Claro, algo le he contado a mis hijos, a quienes les he seguido la historia verbalmente en una parte, pero sin profundizarla tanto como he hecho en mi mente. ¿Qué me detiene para escribir? Si soy sincero debo decir que el miedo de escribir sandeces y no cumplir con las expectativas que tengo de mis creaciones. También influye el trabajo, y el sentir que tal vez a nadie le importe ni interese lo que escribo.

  Entiéndanme, sé que debo escribir por mi mismo, que el gusto de escribir debe nacer de mi, pero... he sido una persona egoísta toda mi vida y recrearme con un placer solitario [escribir para mi mismo], lo siento como sentarme a comer un delicioso manjar sin estar acompañado de nadie o degustar una botella de whisky de 18 años sin compañía. El placer que siento al escribir, al crear cuentos, es algo que necesito COMPARTIR. No puedo escribir para mi mismo, necesito saber que, así como me deleito escribiendo y gozo espiritualmente creando una realidad de mi mente, así también ALGUIEN, un lector, se recreará disfrutando y gozando espiritualmente con la lectura de mis realidades literarias. Si ese LECTOR no existe, el gozo de escribir no tiene ningún sentido.

  Así que deseo hacer un compromiso contigo, quien quiera que seas, quiero comprometerme a escribir si y sólo si te comprometes a leerme. Esto es algo muy importante para ambos porque para mi, como escritor, un gozo no compartido es la amargura más grande de mi alma. Comprométeme conmigo y yo lo haré también contigo.

  Sigamos pues con las Crónicas de Zurher y el terrible destino de las estrellas.

  Cuento contigo.

  Elomisciente